Contaminación acústica: el ruido que enferma
La contaminación acústica, sobre todo en las grandes urbes, perjudica la salud humana en muchos aspectos: mala calidad del sueño, alteraciones del estado de ánimo, menor capacidad de aprendizaje, y daños al sistema cardiovascular y al oído.
El ruido forma parte del paisaje urbano. Quien vive en una ciudad no presta atención al traqueteo del metro, al estruendo de los locales o de las obras viales y en general a todo el rosario de ruidos que se engloban en el término “contaminación acústica”. En realidad, los recientes estudios médicos demuestran que, con independencia de la sensibilidad de cada uno, la contaminación acústica es muy perjudicial para la salud humana por diversos motivos: provoca problemas de sueño y alteraciones del estado de ánimo, una menor capacidad de aprendizaje y daños al sistema cardiovascular y al oído.
El ruido hace que nos levantemos con el pie izquierdo
La contaminación acústica altera el sueño. Cuando hay ruido en la calle o el vecino pone la música a todo volumen en plena noche, es más difícil dormirse y la fase de sueño profundo se verá reducida inevitablemente. Pero la contaminación acústica no solo empeora la calidad del sueño, también el despertar. Aumenta, por ejemplo, la cantidad de días en que nos levantamos con el pie izquierdo, de mal humor o con una sensación general de cansancio. Estos efectos colaterales de la contaminación acústica se pueden atenuar sustituyendo las viejas ventanas por otras aislantes o revistiendo las paredes de casa con corcho.
La contaminación acústica afecta a la memoria
La contaminación acústica puede interferir en todas las actividades intelectuales que exigen atención, memoria y capacidad para resolver problemas complejos. Las estrategias de adaptación que el cerebro pone en marcha para ignorar el ruido y el esfuerzo necesario para mantener las prestaciones cognitivas se asocian a un aumento de la tensión arterial y del estrés.
El ruido empeora el rendimiento escolar
Muchos estudios médicos han demostrado que existe una relación directa entre el ruido y los resultados escolares, en especial, la capacidad de lectura. Existen pruebas que sugieren que los niños que viven en zonas de gran contaminación acústica o que asisten a colegios situados cerca de carreteras o aeropuertos rinden peor que los residentes en barrios más tranquilos. En este caso, la única solución sería reclamar a las administraciones públicas la creación de zonas de respeto como las que rodean los hospitales, donde se prohíbe, por ejemplo, tocar el claxon o escuchar música a todo volumen.
La contaminación acústica daña el oído
Pero no acaba aquí: la contaminación acústica puede provocar daños en el oído si bien este riesgo es irrelevante para la población general si se expone a niveles de ruido inferiores a 70 decibelios durante 24 horas al día. La amenaza de perder algún grado de audición, en cambio, debe tomarse muy en serio por ejemplo en las discotecas, donde se superan los 100 decibelios.
El ruido nos vuelve agresivos
Cada vez existen más pruebas que demuestran el papel de la contaminación acústica en la aparición de enfermedades cardiovasculares, como la cardiopatía isquémica o la hipertensión. Asimismo, además de ser perjudicial para el corazón, la contaminación acústica superior a 80 decibelios aumenta los comportamientos agresivos y reduce los reflejos instintivos en respuesta a situaciones de peligro.