Cocaína, el polvo blanco que daña el corazón
Según un reciente informe de la Sociedad Italiana de Prevención Cardiovascular, la mortalidad por infarto ha descendido, pero no entre los jóvenes, entre los que se dispara el consumo de cocaína. El polvo blanco es la sustancia estupefaciente con mayor poder vasoconstrictor, capaz, según algunos científicos, de alterar para siempre la forma del cerebro.
Los jóvenes gozan de un corazón fuerte pero no tanto como para resistir el impacto de la cocaína. Lo dicen los estudios estadísticos: según un reciente informe de la Sociedad Italiana de Prevención Cardiovascular, la mortalidad por infarto registra una caída general en el país, pero no entre los jóvenes, entre los cuales aumenta a pasos agigantados el consumo habitual de cocaína, un estupefaciente que provoca euforia y aumenta la libido pero que afecta gravemente al corazón.
La cocaína, un potente vasoconstrictor
La cocaína es un potente vasoconstrictor cuyo consumo crónico aumenta notablemente la exposición a una larga serie de riesgos: hipertensión e infarto de miocardio por vasoconstricción directa de las arterias, arritmias graves como la fibrilación ventricular y deficiencias inmunológicas. Y para completar el “cóctel de efectos”, habría que añadir otros síntomas como la irritabilidad, síndromes depresivos, estados de ansiedad, insomnio y episodios paranoicos. De todas las sustancias estupefacientes, la cocaína es la que presenta un efecto vasoconstrictor más intenso. Los jóvenes que esnifan el polvo blanco, además de exponerse al riesgo de infarto por espasmo de las arterias coronarias, suelen sufrir problemas en la nariz, donde es común que se forme necrosis a nivel de las fosas nasales a causa de la vasoconstricción.
El estilo de vida también influye en la mortalidad por infarto
Pare empeorar la situación, además del consumo de la cocaína, una droga extraída de la coca, planta originaria de Sudamérica y utilizada desde hace siglos por los indios Quechua de los Andes para combatir el hambre y soportar la elevada altitud, en las generaciones jóvenes también afecta el estilo de vida poco sano: la mala alimentación, el sedentarismo y el tabaquismo.
La cocaína altera la forma del cerebro
La cocaína provoca daños tanto al corazón y a la actividad cardiovascular como al cerebro. Según un estudio del Behavioural and Clinical Neuroscience Institute de la Universidad de Cambridge, el principio activo de la cocaína altera de forma irreversible la estructura física del lóbulo frontal del cerebro reduciendo, con el tiempo, la capacidad de atención e impulsando a un consumo cada vez más compulsivo e incontrolable.
Prueba de ello son las resonancias magnéticas cerebrales realizadas a 60 cocainómanos dependientes voluntarios: el lóbulo frontal de los cocainómanos presentaba una cantidad de materia gris sensiblemente inferior a la normal. Un resultado anómalo que influye negativamente en la capacidad de tomar decisiones, a la constancia en lograr los objetivos, a la atención y a los procesos emocionales. Pero no acaba aquí: los consumidores de cocaína muestran un desarrollo anómalo de la ínsula y del núcleo caudado (una región profunda del cerebro), con las consiguientes alteraciones de los mecanismos del placer y de la coordinación motora.