Calor y frío, la terapia del dolor
La energía térmica se utiliza desde la antigüedad como tratamiento para aliviar el dolor. El efecto del frío sobre los traumatismos y del calor sobre los espasmos de los músculos estriados y lisos alivia las molestias y los dolores provocados por los traumatismos, con un efecto similar a la anestesia local.
La energía térmica viene utilizándose como terapia para aliviar el dolor desde la antigüedad. El efecto del frío y el calor en el organismo tienen la capacidad para aliviar los traumatismos, y ya en el siglo XX, el poder del calor y del frío se describe en la llamada “teoría de la compuerta” que propugnaba la existencia de “compuertas neurales” semejantes a verdaderas puertas del dolor localizadas en la parte posterior de la médula espinal. En estas compuertas se encontrarían los receptores del dolor que podrían ser neutralizados por agentes externos como el calor y el frío.
La terapia de frío reduce los edemas
En numerosas ocasiones se ha demostrado que el tratamiento con frío es la mejor terapia de primera urgencia contra un traumatismo. La acción del frío reduce los edemas causados, por ejemplo, por un esguince, gracias a la vasoconstricción. La disminución de la temperatura de la zona golpeada por el traumatismo reduce a su vez el metabolismo de los tejidos y ralentiza la actividad de las células no afectadas por el traumatismo. De este modo la terapia del frío permite conservar la integridad de las células ilesas durante el periodo siguiente al daño del tejido.
El frío y su efecto como anestésico local
La ciencia médica considera la terapia del frío como uno de los principales métodos analgésicos de alivio del dolor. De hecho, el frío frena la velocidad a la que viaja el dolor a nivel de los nervios periféricos aliviando los efectos más molestos de un traumatismo. La energía térmica liberada, por ejemplo, por una bolsa de hielo actúa como una especie de anestésico local.
La terapia del calor elimina los residuos de los tejidos
La terapia del calor puede tener múltiples aplicaciones, pero su uso debe reservarse exclusivamente para después de la fase inicial aguda de inflamación, cuando ha desaparecido el calor, la inflamación o el enrojecimiento. La terapia del calor actúa contra el dolor aumentando el flujo sanguíneo en la zona afectada por el traumatismo; de este modo favorece la eliminación de los residuos acumulados en los tejidos y garantiza un mejor aporte de sustancias reparadoras. Pero además, el calor acelera todas las reacciones bioquímicas del organismo y aumenta el aporte de oxígeno y nutrientes a los tejidos: esto se traduce en un aumento del metabolismo en la parte tratada y en la consiguiente reducción del dolor.
La terapia del calor aumenta la elasticidad de los músculos
Tanto la terapia del calor como la del frío tienen un efecto analgésico y descontracturante en las zonas del cuerpo golpeadas por un traumatismo. Aunque los mecanismos que hacen que el calor alivie el dolor crónico no están del todo claros, parece que es capaz de reducir la actividad de los receptores del dolor periféricos. Lo que es seguro es que el calor aumenta la elasticidad de los tejidos, un efecto evidente sobre todo en los músculos y en todas aquellas estructuras ricas en fibras de colágeno.